Urge hablar, en educación, de lo que nos une y no de lo que nos diferencia para poder narrar una historia conjunta en la cual el niño y la niña, por fin, sean los auténticos protagonistas no de una escuela sino de una sociedad.
En este resurgir de proyectos denominados “innovadores” hay una lucha indirecta por diferenciarse, por destacar aquello que nos hace diferentes de los otros. Y así se llegan a inventar nuevos nombres para las mismas cosas con la intención de no ser identificados entre nosotros.
Pero, al fin y al cabo, ¿Que más da? ¿Prima el ser original, entonces, por encima de dar respuesta a lo que es verdaderamente una necesidad auténtica?
En eso también se precisa, se marcan divergencias y se determina en una escuela que esto es una necesidad auténtica y en otra no lo es…Pero, yo me pregunto: ¿El niño o la niña no es el mismo vaya a la escuela que vaya? ¿No son universales sus necesidades?
Entre nosotros, se destacan las diferencias y se polariza aquello que no es igual. Es como si, de alguna manera, estos proyectos partieran de una extraña adolescencia en la cual fuera preciso reafirmarse para destacar.
Pero los niños y las niñas son iguales en todos los sitios, sí con sus particularidades según su cultura o entorno familiar, pero, al fin y al cabo, con las mismas necesidades de juego, de aprender, de ser reconocidos y de formar parte del mundo que les rodea.
Urge hablar, pues, de lo que nos une porque lo que nos une son los niños y las niñas y ellos y no nosotros deberían ser la prioridad de cualquier adulto de nuestra sociedad.
Imagen de Cartier-Bresson via Laurence Miller Gallery
Hola Electrotipia,
Me alegra leer este llamado a diluir los egos personales, centrarse en los objetivos y renunciar a colgarse medallas; creo que es muy necesario decir estas cosas en voz alta. Sin embargo, también creo que esa “extraña adolescencia” de la que hablas no es tan extraña. Se ve en todas partes desde siempre.
Creo que la voluntad de protagonismo es una realidad de nuestra sociedad y parece que ni los escenarios pedagógicos se libran de ella. Irónico, ¿no? Porque quizá es justo ahí donde se pueden centrar las energías para ir desmontando progresivamente ese antropocentrismo, tan arraigado al menos en Occidente, trabajando desde abajo, desde la infancia, buscando un terreno en el que sí se puedan priorizar los logros comunes por encima del artífice individual.
No quiero decir que las invitaciones a revisar las actitudes personales, particularmente en ámbitos como el pedagógico, me parezcan superfluas; en absoluto. Solo señalar que cuando tocan temas como este, suelen dar un fruto limitado y, en ocasiones, algo frustrante; pero no por ello son menos necesarias. Tan cierto me parece que el protagonismo es una realidad como que sin él trabajaríamos mucho mejor.
¡Gracias por la reflexión!
¡Gracias a ti por compartir también tu reflexión al respecto de los egos y de los protagonismos! ¡Y gracias por la visita!
Retroenllaç: El peligro de las etiquetas | CAFÈ PEDAGÒGIC
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